jueves, 4 de febrero de 2010

Lo que hay entre el invierno y su reflejo en el espejo


Disfruto de los últimos rayos de sol cálidos que tendré en mucho tiempo, de la tranquilidad que me produce estar en un banco sentada al sol invernal, de ver a la gente pasar despreocupada, con sonrisas en la cara, o con gesto de concentración.
Niños correteando perseguidos por sus abuelos. Ancianos que pasean aprovechando una buena mañana. Hombres elegantes, elegantes de verdad, con sus maletines y portátiles. Mujeres casuales, vestidas con ropa cómoda y práctica.
Bicicletas, y el suave tráfico de los escasos coches y furgonetas de trabajo.

Y el sol.
Este maravilloso sol que me traspasa los vaqueros y hace que mis piernas empiecen a arder. Las ganas de quitarme el abrigo, y los rayos en mi cara...
Vale la pena entornar los ojos para ver lo que tengo alrededor.
Los bancos desnudos, la gravilla bajo mis pies, los grandes árboles sin hojas, los charcos del deshielo... El ambiente fresco traído por el viento, y el aire respirable.

Confortable realidad y perfecta metáfora.
Por el agradable momento presente en esta Florida, que alargaría todo el mediodía y parte de la tarde.
Por estos días soleados, alegres, deshechos como la nieve de aquí. Con los rayos de un sol que van directos al corazón...
... han hecho que el invierno deje de ser invierno, que se detenga momentáneamente, que sea un reflejo, un espejismo, una historia irreal en el interior de un espejo.

Y al salir, solo hay más invierno, frío, helado, oscuro, aunque espero que con sol (literalmente).

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