miércoles, 26 de agosto de 2009

Experiencia Ádica

Suspiro...
Suspiro...

Abro los ojos.
Déjame respirar...

Todo empieza a dar vueltas, vueltas, y más vueltas.
Cada vez más rápido, más rápido y más fuerte.
La sensación es cada vez mayor.
Va a estallar dentro de mi.
El torbellino en mi cabeza está intentando taladrarme.
Estoy volviéndome loca.

Mis oídos se cierran y sólo percibo un agudo pitido,
un pitido que hace que mi mareo aumente aceleradamente.
Comienzo a sudar,
sudor frío que recorre mi cuerpo, y también caliente, muy caliente,
tan caliente que comienza a hervir,
y se evapora.
A la vez que se eleva hacia el techo, el torbellino comienza a alzarme.
Mi cuerpo, mente, alma, suben hacia arriba.

Un frenesí nunca antes experimentado,
fuego saliendo por cada poro de mi piel, que comienza a arder, a calcinarse.

A medida que las llamas suben hacia mi cabeza el pitido se hace más agudo,
se me clava como una finísma aguja, a la vez que el taladro consigue salir por mi frente.

Caigo en picado.
Caigo en agua helada, gotas que congelan mi cuerpo y me hacen gritar.

Poco a poco, todo queda en silencio y voy relajándome.
Me rodea una paz inmensa.
Ni siquiera necesito respirar, ni abrir los ojos.
No duermo, mi mente está despierta y abierta al infinito, pero descanso,
descanso como nunca antes lo había hecho.
Me encuentro en una burbuja, como si fuera una placenta sideral,
un micro-cosmos en el que sólo yo existo.

Y estoy viviendo.
Ahora si estoy viviendo, aunque nadie lo sepa ni me vea,
yo lo sé todo y lo veo todo.