miércoles, 2 de septiembre de 2009

Cuentitos infantiles

Tras la quinta página del libro de cuentos apareció un dibujo que hizo estremecerse a los niños: representaba a un lobo vestido con enaguas y delantal. Acostado en una cama, tricotaba en espera de que la ingenua Caperucita usara su llave para entrar en la casa.

- Esa Caperucita es una boba -se burló el hijo mayor-. ¿Por qué no llama a la policía?¿Y por qué no sale corriendo a buscar al leñador?
- Porque si hay algo que el lobo sabe hacer muy bien, es hacerse pasar por otras personas. Puede entrar en cualquier casa si se le deja pasar.
- ¿Como en los tres cerditos?
- Claro, y tiene muchos poderes, como su gran soplido que puede derribar casas enteras. Pero el lobo es estúpido y siempre acaba siendo vencido.
- Llámalo mamá -pidió de repente el niño- ¡Haz que venga el lobo!
- ¡No! -chilló su hermana-. Nos comerá
- No si yo estoy aquí. -Su madre les guiñó un ojo-. ¡Lobo, ven! -gritó al techo, donde relucían los adhesivos de estrellas- Verás cómo lo vamos a llamar, y el lobo no aparecerá porque nos tiene miedo; sabe que no puede meterse en la habitación de los niños porque podríamos llamar al leñador, que le abrirá el estómago y se lo llenará de piedras.
- ¡Lobo, ven! -gritaron contentos-. Te vamos a llenar la barriga de piedras. ¡Te vamos a rellenar hasta que explotes!

Rieron y saltaron encima de la cama un buen rato, hasta que su madre los hizo meterse en la cama. Luego los arropó y se despidió de ellos.
- Hasta mañana, hijos. Y si en vuestros sueños aparece ese ser malvado, avisadme y traeré unas cuantas piedras del jardín.
Apagó la luz. No prestó excesiva atención al sonido que provino de debajo de la cama, un imperceptible levantar de astillas que evocaba un gato grande arrastrando sus uñas por el suelo.

Entró en la cocina y se sirvió un vaso de whisky. Leer cuentos le secaba la garganta.
- Bueno... al menos tu sí que me comprendes, ¿verdad? -preguntó a la botella.

Un ruido sordo llegó desde el cuarto de los niños, como si algún trasto se hubiese caído. Pero lo que comenzó a preocuparla fue un olor inclasificable, a medio camino entre el almizcle y excremento de pájaro.
Bebió un sorbo de la copa (para mojar los labios en un avance de lo que vendría después) y regresó junto a sus hijos.
Al abrir la puerta, su corazón dio un vuelco.

Sentado en la cama, royendo lo que quedaba de los brazos de sus hijos, un monstruo recubierto de pelo animal la miraba. Su boca, un amasijo de carne y restos de huesecillos machacados, se abrió ansiosa, mostrando dos hileras paralelas de colmillos y una lengua correosa. La cosa medía tres metros, y estaba acuclillada en una posición que hacia difícil adivinar dónde estaban situadas las articulaciones de sus miembros y hacia qué dirección se doblaban.

El Lobo miró a la madre, y dijo con el tono de voz exacto que ella había usado para describirle minutos antes:
- Estoy a punto de acabarme a tus hijos, zorra. Ya puedes traer las piedras.


4 comentarios:

Jackie Silva dijo...

Hola estimada blogger
Estuve visitando tu Blog y está excelente, permíteme felicitarte.
Sería un gusto contar con tu blog en mi directorio y estoy segura que para mis visitas será de mucho interés.
Si lo deseas no dudes en escribirme a jackiexanky@hotmail.com
Exitos con tu blog.
Un beso
Jackie

Anónimo dijo...

ME ENCANTA EL CUENTO!!!!
es tipico de ti nena^^
tienes que hacer mas de ese estilo jajaja
tkf*

Anónimo dijo...

Joder, como ha cambiado el cuento, para mejor, claro, ja, ja, ja…
Ya estás enlazada.

http://www.gentedeputamadremasiva.blogspot.com/

Un beso y muchísimas gracias ;)

Enrique Palacios dijo...

Me gusto que esta vez el cuento no tuvo un final feliz :P
Ya tocaba, no?

Besos hija de Freud :)