miércoles, 19 de mayo de 2010

19 años

Me golpeé el pecho y me raje la garganta con una botella de vodka.
Me tragué mi sangre y tu saliva.
Ahora bebo de otra botella, y cómo me gustaría poder beber de tu boca.
Entré en una especie de éxtasis, y se me nubló la vista.
Todo comenzó a girar y no podía distinguir nada.

Sólo dos puntos negros, brillantes, amenazándome, acercándose y alejándose.
Comenzaron a dar vueltas a mi alrededor, lentamente, y después más deprisa.
Hasta que se detuvieron frente a mí, y se quedaron a la altura de mis ojos.
Me estaban hablando, me decían algo, y yo escuchaba.
A ratos desconectaba, porque no decían nada interesante, me aburrían.
¡Qué puntos mas egocéntricos!

Oí algo sobre mi vida, sobre mi futuro.
Sobre mi juventud, sobre mi belleza, mi fugacidad.
Sobre mi competitividad y mi descaro.
Tan sólo fui un objeto del que reírse un rato.
Y los puntos comenzaron a girar otra vez.
Me mareaban, y me arrastraban.
Me guiaron por un camino azul, entre dos paredes de luz, y el cielo... yo estaba en el cielo.

Pero lo que intento es olvidar cómo esos bichos treparon sobre mi.
Porque he conseguido aplastarlos.
No, he conseguido enjaularlos y jugar con ellos.
Porque soy una jugadora.
Y voy a pintar con mis manos en una pared quien soy.
Me arrancare el cabello y la piel, y te lo mandare por correo.
Para que me recuerdes toda tu vida, y que tus nietos sepan de mi.
Yo moriré y renaceré, y con mi nuevo pelo y mi nueva piel engendraré a mis hijos.

Porque el alcohol te ha conocido, pero no te ayudará.
Olvida tu juventud, porque no te hace falta ya.
Mira cómo corro, cómo bailo y me divierto a tu costa.

Envidiame, deséame...

1 comentario:

Mikel Nhao dijo...

literatura agresiva y tierna a la vez, caería rendido a tus pies ahora mismo si no fuera porque me niego a tener a un suegro como Freud, paso de psiconalisis...