Ella, ¿quién era ella? ¿Cuántas veces se lo había preguntado frente al espejo?
Recuerda aquellas veces cuando era pequeña y se metía dentro de su reflejo, que a su vez se metía dentro de ella.
Parecía como si sus mentes compenetrasen hasta tal punto que quien veía enfrente suyo era una completa desconocida. Entonces, era cuando comenzaban las preguntas existenciales, ¿qué hacía ella allí?, ¿cómo había legado hasta allí?, ¿qué era la vida?, ¿esto era un sueño o la dura realidad?, ¿porqué ella?, ¿porqué ella?, ¿porqué ella?...
Sólo había llegado hasta ese punto en dos ocasiones. En una de ellas, alejó lo más rápido que pudo ese trance en el que estaba; en la otra, fue la única vez en su vida que lloró sin saber porqué, frente al espejo de un dormitorio ajeno, y sólo contaba con diez años. Nunca más volvió a hacerlo.
Es como cuando repites una palabra muchas veces seguidas, al final, acaba perdiendo su significado. Ella estaba cansada de siempre lo mismo, de una vida estancada, imposible, arruinada… para ella había perdido todo su significado.
Había llegado a la conclusión de que ese tipo de preguntas no eran para ella. Ya habría otros encargados de comerse la cabeza por todos. En realidad, no importaba. No importa porque todos estamos aquí, queramos o no y debemos seguir adelante, aunque no sepamos porqué.
Entonces se limitó a eso, a vivir, a no cuestionarse nada, a no quejarse de las cosas malas, y no alabar las buenas. Aprendió a callar cuando tenía que escuchar y a responder cuando se le preguntaba. Sin aplicar teorías, porque las cosas son así, o eso al menos es lo que creía.
Pero no todo es siempre como queremos, y en muchas ocasiones, su subconsciente le jugaba una mala pasada.
Su verdadero “yo”, no la “ella” reprimida que se había obligado a ser, salía a la luz. Y era como una resaca, en el momento de la euforia sentía que todo lo controlaba y todo era genial, pero luego se arrepentía y se reprimía a sí misma.
No es que fueran varias dentro de una. Ella era única, una sola, ella es ella.
Todo esto acabó.
Mejor dicho, nunca acabó. Pretendió acabar.
La ilusa de ella creía que se había descubierto a sí misma y se podía rescatar.
Vio que su tiempo así se estaba agotando, no podía seguir fingiendo, siendo otra. Sin embargo, todo lo que dura hace mella, todos lo sabemos, y aunque se liberó, abrió los ojos y creyó y dijo ser una ella renovada, muchas veces tenía que callar, reprimir, fingir.
Así terminó por crear una ella, que en realidad no era ni correcta ni incorrecta, ni real ni irreal, ni falsa ni verdadera.
Era simplemente, o complicadamente, ella.
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