No poseo versos oscuros para sacarme de la manga.
No hablo de crepúsculos ni rosas rojas.
No me gusta la sangre y respeto a la muerte.
Pero me inspira la noche y su oscuridad.
Cuantas menos estrellas haya, más rápido puedo pensar.
Hablo sola, creo diálogos, imagino cosas que no existen.
Y luego me muero de miedo.
Me escondo, porque oigo cosas, porque noto una presencia.
No es un fantasma, no es un asesino medieval, no es una momia, no es un vampiro, no es un payaso diabólico, no es la niña maldita…
Soy yo.
De hecho, soy yo la que me asusto.
Negro, negro, negro, que negro es todo…
Que bonito es el negro, no?
Negro! Grande, grande…
Me sugiere tantas cosas…
Pero desde luego nada malo, es bonito, alegre, es fructífero, es entrañable, es desparpajo…, a pesar de lo que digan.
Me da igual lo que digan.
Soy mi única confidente, eso es lo que busco.
Levanto la cabeza y miro a todos por encima del hombro, porque me da la gana.
Me siento guay, superior, aunque e realidad sea una petarda.
No se juega así con la poesía.
Pero yo hago lo que me da la gana.
Porque yo no poseo versos oscuros para sacarme de la manga.
2 comentarios:
Oscuridad. La única reina a la que rendiré pleitesia.
¿Por qué todo lo malo se asocia a lo oscuro?
La luz hace daño. Hace mucho daño si no la mezclas con un poco de oscuirdad. Y eso si que es malo.
Si esto es un homenaje, mil gracias. Si no, es una bonita entrada.
Hoy de nuevo
cerraremos los ojos
deseando con devoción
una nueva noche ártica
y del negro más puro
-no como el de la oscuridad
sino como el del ébano-.
Así nuestros pulmones
se anegan en un sueño
que envenena y que sana.
Sueños de noches árticas
que envenenan y que sanan.
(Cierra los ojos. Escucha en la oscuridad
cómo resuenan las cajas de música.
Inténtalas parar.)
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